
Un joven hereda la casa de sus abuelos y luego echa a su madre – Historia del día
A los padres de una mujer no les gustaba su segundo esposo, así que pusieron su casa a nombre de su hijo pensando que estaría a salvo, pero el chico acabó engañando a su madre
Marianne Harding-Jones era la única hija superviviente de sus padres, y ellos la adoraban. Por desgracia, no estaban de acuerdo con sus gustos en cuanto a cónyuges. El primero había sido un inútil que la abandonó cuando su hijo Lance tenía solo tres años.
Diez años después, Marianne se había casado con Ralph y, aunque parecía un hombre agradable y trabajador, había algo en él que no gustaba a los Harding. Decidieron tomar precauciones para proteger a su hija.

Pareja bailando en su boda | Fuente: Unsplash
Los Harding eran razonablemente acomodados, pero la joya de su patrimonio era la casa familiar: una extensa casa de 12 habitaciones con un enorme jardín y una piscina en una de las direcciones más codiciadas de la ciudad.
El Sr. Harding enfermó, y él y su esposa decidieron poner en orden sus asuntos, por lo que pusieron la casa a nombre de su nieto, Lance, explicando a Marianne y al niño que su intención era proteger la propiedad de un posible divorcio de Ralph.
Resultó que el Sr. Harding murió unos meses después, y su esposa no tardó en seguirlo a la tumba. No habían pasado ni dos años cuando se demostró que tenían razón en su apreciación sobre el carácter de Ralph.

Una casa antigua | Fuente: Unsplash
Marianne descubrió que Ralph llevaba años engañándola con una de sus amigas, y el divorcio fue realmente costoso. Ralph reclamó la mitad de todo lo que tenía Marianne, incluido el dinero que le habían dejado sus padres.
Afortunadamente, no podía tocar la casa, que estaba a nombre de Lance. Marianne dio gracias a la previsión de sus padres. Tras el divorcio, Marianne y Lance se mudaron a la gran casa.
Lance tenía ahora 15 años, y el abogado de Marianne le aconsejó que volviera a poner la casa a su nombre antes de que cumpliera los 18, pero ella se negó. "Confío en mi hijo", dijo indignada al abogado. "¡No quiero que piense que no lo hago!".

Un joven chico sonriendo | Fuente: Unsplash
"Marianne", dijo el abogado con dulzura. "Conoces al chico que es Lance hoy, no al hombre que será en el futuro", pero Marianne era inflexible. Confiaba en que su hijo acataría los deseos de sus padres, y eso era todo.
Cuando Lance terminó el instituto se fue a la universidad. Quería ser psicólogo y Marianne lo apoyó durante sus estudios, pagándole la matrícula y los gastos de manutención.
Marianne no quería que Lance cargara con deudas cuando terminara sus estudios, así que la mayor parte del dinero que le quedaba de su herencia lo gastó en él. Al principio, parecía que su fe y su confianza estaban justificadas.

Un chico leyendo un libro en una biblioteca | Fuente: Unsplash
Lance empezó a trabajar como psicólogo, y pronto tuvo una próspera consulta, una novia y planes de casarse. Marianne estaba encantada. Le gustaba Jane, que era terapeuta como Lance y parecía dedicada a él.
Pero, de repente, todo se vino abajo. Lance la llamó una noche llorando. "¡Me abandona, mamá, la amo y me va a dejar!". Una conmocionada Marianne escuchó la versión de Lance: Jane había decidido de repente que no lo quería.
Creemos saber quién es alguien, pero no sabemos en quién puede convertirse.
Ella volvía a Wisconsin y lo dejaba atrás con el corazón roto... Enfurecida por el dolor de su hijo, Marianne subió a su automóvil y condujo hasta el apartamento de Jane.

Una pareja feliz en la playa | Fuente: Unsplash
La joven abrió la puerta y Marianne pudo ver que había estado llorando. "Sra. Harding, siento mucho que se haya visto arrastrada a esto...".
"Jane, ¿qué está pasando? ¿Hace una semana estábamos planeando una boda y ahora te vas?".
Jane asintió con lágrimas en los ojos. "Sra. Harding, le di a Lance la posibilidad de elegir. Sabía lo que estaba en juego".
"¿De qué estás hablando, Jane? ¿Qué es esto? ¿Una pelea de pareja?", preguntó Marianne, exasperada.

Un hombre con un suéter negro con capucha | Fuente: Unsplash
"No, señora Harding", dijo Jane con tristeza. "Lance empezó a drogarse hace unos meses y le pedí que dejara de hacerlo. No lo ha hecho y no creo que quiera hacerlo. No voy a quedarme a ver cómo se autodestruye".
"¡Drogas!", exclamó Marianne. "¡Eso es imposible!"
Marianne fue directamente al apartamento de su hijo y se enfrentó a él. Lance lloró en sus brazos y admitió que CONSUMÍA drogas. Iba a dejarlo, le prometió a Marianne, y recuperaría a Jane.
Marianne le creyó a su hijo y, tras una larga conversación, lo inscribió en un programa de rehabilitación que, según decían, era uno de los mejores del país.

Un hombre en una consulta con un terapeuta | Fuente: Pixabay
Durante los seis meses siguientes, Lance pareció recuperarse de forma ejemplar... pero entonces, poco a poco, empezaron a aparecer signos preocupantes. Al poco tiempo, Marianne estaba segura de que Lance había vuelto a las drogas.
Cuando Marianne le quitó el dinero, Lance recurrió a su padre, con el que llevaba mucho tiempo distanciado. Se fue a vivir con él, pero al cabo de un año lo echaron después de que su padre lo atrapara golpeando su televisor de pantalla plana.
Lance volvió a casa, y una semana después había un agente inmobiliario poniendo un cartel de SE VENDE en el jardín. "¡Lance!", exclamó Marianne. "¿Qué está pasando?"

Un hombre firmando unos papeles junto a un carte de "Se Vende" | Fuente: Pexels
"Vendo la casa, mamá", le dijo. "Necesito el dinero".
"¡Pero es MI casa! Ya oíste lo que dijeron tus abuelos...", protestó Marianne.
"La casa está a mi nombre, así que legalmente es mía para hacer con ella lo que me plazca", le dijo Lance con frialdad. "Así que, por favor, múdate antes de que acabe la semana".
Marianne, desolada, se mudó y más tarde se enteró de que Lance había vendido la casa por 500.000 dólares por debajo del valor de mercado. La enorme suma que consiguió con la venta de la casa le duró un año.

Paquete de dólares | Fuente: Unsplash
Marianne vivía ahora en una pequeña y bonita casita de campo en Maryland que había conseguido comprar con lo que quedaba de su herencia y sus ahorros, y la última persona que esperaba encontrar ante su puerta era a Lance.
"Mamá", dijo, con lágrimas corriendo por sus mejillas. "¡Por favor, mamá, ayúdame!"
Marianne vio que Lance estaba delgado, mal vestido y sucio. "¿Cómo puedo ayudarte, Lance?", preguntó Marianne, con el corazón encogido al ver a su hijo en semejantes apuros.

Marianne se sorprendió al ver a su hijo en la puerta de su casa | Fuente: Pexels
"Por favor, mamá", gimoteó Lance. "¿Puedo vivir contigo? Solo hasta que me recomponga... Estoy sobrio, mamá, te lo juro".
Marianne negó lentamente con la cabeza. "No, hijo mío -dijo con tristeza-, te he dado todo lo que tenía durante toda mi vida, y tú me engañaste y me robaste. No puedo darte la oportunidad de volver a hacerlo".
"Pero mamá, te juro...", gritó Lance, pero Marianne ya había cerrado la puerta. Sabía que, hiciera lo que hiciera, cambiar su vida era algo que Lance tendría que hacer él solo.

Un vagabundo sentado en el banco de una plaza | Fuente: Unsplash
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Ten cuidado en quién confías. Creemos saber quién es alguien, pero no sabemos en quién puede convertirse. Marianne aprendió por las malas que las drogas transformaron a su hijo.
- Una vez que has perdido tu buen nombre, nadie volverá a creerte. Lance estafó a su madre con su herencia y robó a su padre, así que cuando pidió ayuda, ninguno de los dos estaba dispuesto a arriesgarse con él.
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Este relato está inspirado en la historia de nuestro lector, pero ha sido escrito por un escritor profesional. Todos los nombres han sido cambiados para proteger las identidades y garantizar la privacidad. Comparte tu historia con nosotros, tal vez cambie la vida de alguien.