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Una mujer mayor con lentes | Fuente: Midjourney
Una mujer mayor con lentes | Fuente: Midjourney

Profesora anciana y solitaria pone en su sitio a un estudiante malcriado, pero renuncia al día siguiente tras encontrar una caja en su puerta – Historia del día

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09 abr 2025 - 01:45

Margaret pensó que lo peor había pasado tras poner en su sitio a un alumno malcriado, pero a la mañana siguiente, una misteriosa caja en su puerta amenazaba todo por lo que había trabajado. Dentro había un mensaje que podía arruinar el futuro de sus alumnos... a menos que renunciara.

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El sol de la tarde entraba a raudales en el aula 204, dibujando largas rayas doradas en la pizarra descolorida. El polvo bailaba perezosamente en el aire, como si no tuviera otro lugar donde estar.

La habitación olía ligeramente a virutas de lápiz y a libros viejos: el aroma favorito de Margaret, aunque nunca lo admitiría en voz alta.

Se ubicó al frente, con las manos cruzadas y los hombros rectos. Su mirada recorrió la sala.

Alumnos de décimo curso. Quince y dieciséis años. Inquietos y en crecimiento. Algunos se reclinaban en sus sillas como si ya estuvieran demasiado grandes para aprender.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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Otros tenían la mirada perdida, la mente a cien kilómetros de distancia. Pero ella sabía que la mayoría lo intentaba. A la mayoría les importaba más de lo que decían.

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"Todos han recorrido un largo camino", empezó Margaret, con voz tranquila, práctica y cálida. Como un viejo jersey sacado para reconfortar.

"Ese examen de dentro de dos semanas dará forma a una parte de su futuro. Quizá no todo, pero sí lo suficiente. Así que den lo mejor de ustedes".

Algunos alumnos asintieron. Una chica garabateó algo en su cuaderno.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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Un chico se ajustó la sudadera, como si sentarse más erguido pudiera traerle suerte. Pero de la esquina del fondo llegó una carcajada.

Margaret no se inmutó. Ya conocía el origen.

"Connor", dijo sin levantar la voz, "¿te gustaría aportar algo útil?".

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Él ni siquiera se volvió. Estaba recostado de lado en su silla, con las piernas estiradas hacia el pasillo y el brazo colgando descuidadamente sobre el respaldo.

"No", dijo, con voz suficientemente alta para todos. "Ya sé que soy bueno. Nací en la familia adecuada. No necesito nada de esto".

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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Algunos de sus amigos se rieron. Otros se removieron incómodos.

Margaret se apartó de la pizarra y sus tacones chasquearon suavemente en el suelo. Se detuvo junto a su mesa. Mantuvo el mismo tono.

"Aunque tu futuro esté garantizado, Connor, el resto de la clase se está esforzando por conseguir el suyo. Respétalo".

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Se volvió hacia ella. Engreído. Confiado. "Nunca ganarás en toda una vida lo que yo gasto en un verano".

La clase se quedó en silencio. A alguien se le cayó un lápiz. Esta vez nadie se rio.

Margaret le miró fijamente. Su corazón latió una vez, con fuerza, pero su rostro no lo mostró.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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"Si no te interesa aprender", dijo, "no nos hagas perder el tiempo. Recoge tus cosas. Vete a casa. Explícales a tus padres por qué la escuela está por debajo de ti".

La sonrisa de Connor se desvaneció. Parpadeó. "No puedes obligarme a irme".

"Acabo de hacerlo".

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La primera fila intentó ocultar sus risitas tras las manos y los libros.

Enrojecido, Connor recogió su bolso, murmuró algo que Margaret prefirió no oír y salió a empujones de la habitación.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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"Te arrepentirás de esto", espetó mientras la puerta se cerraba de golpe tras él.

Margaret volvió al frente y se encaró de nuevo con la clase.

Su voz era suave, pero firme. "Ahora... ¿Dónde estábamos?".

Aquella tarde, el pasillo del despacho del director estaba más frío que de costumbre.

Margaret se paró un momento, se alisó la falda con manos firmes y tomó aire antes de llamar suavemente.

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Dentro, Connor estaba sentado en una silla como si fuera el dueño del lugar. A su lado estaba el señor Reynolds, alto y ancho, vestido con un elegante traje gris que gritaba dinero. Tenía la mandíbula de piedra.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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La directora Jean estaba sentada detrás de su escritorio, con los labios apretados en una fina línea, y sus ojos pasaban de Margaret al padre y al hijo.

El señor Reynolds no perdió el tiempo.

"Esta mujer", empezó, con la voz llena de veneno, "ha humillado públicamente a mi hijo delante de sus compañeros. No tiene derecho...".

"Va a suspender inglés", dijo Margaret, cortándole el rollo.

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El señor Reynolds se burló.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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"¡Por prejuicios! ¿Crees que no sé cómo funcionan estas cosas? Llevamos años apoyando a esta escuela. Recaudando fondos. Eventos. ¿Esa nueva ala de la biblioteca? Fuimos nosotros. Y si ella no se ha ido para el viernes, mi hijo está fuera. Y también todos los dólares que ingresemos".

Jean se removió en la silla. Sus dedos jugueteaban con un bolígrafo, un pequeño hábito nervioso que Margaret ya había notado antes. Se aclaró la garganta.

"Nos tomamos las quejas en serio, señor Reynolds. Pero Margaret lleva aquí veinticinco años. Su expediente está limpio. Sus alumnos destacan. Y por lo que he oído, el comportamiento de Connor era inaceptable".

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Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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Reynolds se levantó y se alisó la chaqueta. "Todo el mundo tiene un precio", dijo fríamente. "Ya lo verás".

Salieron, Connor detrás, lanzando a Margaret una mirada de suficiencia.

Jean exhaló lentamente y la miró. "¿Estás bien?".

Margaret se quedó un segundo mirando la puerta cerrada y luego se volvió hacia Jean.

"No", dijo en voz baja. "Pero lo estaré".

Margaret estaba de pie en su pequeña cocina, con el vapor saliendo de la tetera y la luz de la mañana colándose por las persianas como finos dedos.

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Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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Le dolían las rodillas más de lo habitual, pero no era nada a lo que no estuviera acostumbrada. Años de estar de pie frente a pizarras le habían valido aquel dolor.

Acababa de tomar su taza favorita -con el borde roto, pero aún fuerte- cuando sonó el timbre.

Era temprano. Demasiado pronto para recibir visitas.

Abrió la puerta despacio. No había nadie.

Sólo una caja marrón, sellada y lisa, como una advertencia sobre su alfombra de bienvenida.

Miró calle arriba y calle abajo: estaba vacía.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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Margaret se agachó, levantó la caja y la llevó al comedor. La colocó sobre la mesa y cortó la cinta con cuidado. Dentro había carpetas.

Docenas de ellas. Metió la mano, confusa, y sacó la primera.

Antiguos expedientes de alumnos.

Hojas de asistencia. Registros de tareas. Resultados de exámenes.

Papeles que hacía años que no veía. Algunos ni siquiera pertenecían a sus alumnos actuales.

Los hojeó, y su confusión se convirtió en temor. Y entonces encontró las últimas páginas.

Una carta de aspecto oficial con un sello falso.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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"Debido a expedientes académicos incompletos e incoherencias en la documentación, la clase 10B no puede participar temporalmente en las pruebas estatales. La próxima oportunidad será el curso académico siguiente".

Se sentó, atónita.

El siguiente papel estaba escrito a mano.

"Deberías haberte callado. Dimite mañana y tus alumnos no sufrirán las consecuencias. Ya sabes de quién es esto".

A Margaret le tembló la mano.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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Miró las palabras y luego la caja. Alguien la había falsificado. Lo había plantado. Era una amenaza, no contra ella, sino contra sus alumnos.

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Miró alrededor de su casa, llena de años de enseñanza. Los libros apilados en todos los rincones.

Los apuntes de antiguos alumnos aún clavados en la nevera. Pensó en sus caras. En los sueños que compartían con ella en los momentos de silencio entre clase y clase.

Contaban con aquel examen.

Se agarró al borde de la mesa, con un nudo en la garganta.

No se lo merecían.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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"¿Qué hago ahora?", susurró en voz alta, aunque nadie podía responder.

Pero ella ya sabía el costo.

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Margaret atravesó la entrada lateral de la escuela justo después del amanecer. Los pasillos estaban silenciosos, aún mantenían la calma antes de la tormenta diaria de voces adolescentes y portazos en las taquillas.

Sus zapatos resonaban suavemente contra el suelo. Mantuvo la mirada baja, agarrando el bolso como si fuera a deshacerse si lo soltaba.

Dentro del bolso había un sobre blanco, cerrado y más pesado de lo debido. Su carta de dimisión.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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Llegó al despacho del director y llamó a la puerta sin hacer ruido antes de entrar.

Jean levantó la vista del ordenador, sorprendida de verla tan temprano.

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"¿Margaret?", preguntó. "¿Está todo bien?".

Sin decir palabra, Margaret sacó el sobre de la bolsa y lo depositó suavemente sobre el escritorio. Cayó con un suave golpe, pero a Margaret le sonó como el final de algo.

Jean frunció el ceño y lo abrió. Sus ojos recorrieron rápidamente la página y su rostro cambió.

"No", dijo Jean, poniéndose en pie. "Margaret, no. No los dejes ganar".

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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Margaret no la miró. "Si me quedo, esos chicos no harán el examen. Lo decían en serio".

"Podemos llevar esto a la junta", instó Jean. "Podemos desenmascarar a quien haya hecho esto. Tiene que haber una forma".

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Margaret negó lentamente con la cabeza. "La junta tardará demasiado. El examen es dentro de dos semanas. Mi clase no puede esperar tanto".

La voz de Jean se suavizó. "Eres la mejor profesora que tenemos".

Los ojos de Margaret se llenaron de lágrimas, pero las apartó parpadeando. "Y como les quiero, me hago a un lado. No dejaré que sufran por mi orgullo".

Se dio la vuelta y salió por la puerta.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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No fue a su clase. No podía. Sin despedidas, sin últimas palabras. Se marchó antes de que sonara el primer timbre, antes de que los alumnos llenaran los pasillos.

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Escabullirse era la única forma que conocía de irse sin derrumbarse.

De vuelta en casa, Margaret se hundió en su viejo sillón junto a la ventana. Observó cómo las hojas doradas se desprendían de los árboles y se amontonaban en la acera. Normalmente, aquella visión le proporcionaba paz.

Pero hoy no.

Hoy, el silencio era demasiado agudo. Como una pérdida. Como si le hubieran quitado algo sagrado.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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Llamaron a la puerta justo después de que el sol se ocultara bajo los árboles, dejando un suave resplandor anaranjado en el porche.

Margaret se quedó inmóvil en la silla, con un libro sin leer en el regazo. El corazón le dio un vuelco. No esperaba a nadie. No esta noche. No después de todo.

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Se levantó despacio, con las rodillas rígidas, y se dirigió a la puerta. Su mano se detuvo un momento sobre el picaporte. Luego la abrió.

Se le cortó la respiración.

Allí, en el porche, estaban todos los alumnos de su clase.

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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Todos. Con los brazos llenos de carteles caseros, bolsas de regalos y un pastel desigual en el que se leía "Te queremos, señorita Margaret", con un tembloroso glaseado azul.

Detrás de ellos estaba Jean, con las manos cruzadas, sonriendo amablemente.

Margaret parpadeó. "¿Qué... qué es todo esto?".

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Una de las chicas, Hannah, se adelantó sosteniendo una tarjeta con purpurina en los bordes.

"Connor le contó a todo el mundo lo que pasó", dijo. "Alardeó de ello como si fuera divertido".

Otro alumno, Jamal, añadió: "Pero algunos de nosotros también tenemos padres con influencias. Unos buenos. Mi padre es abogado: llamó al distrito. Esa carta era falsa. Totalmente falsa".

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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Un niño pequeño llamado Drew se acercó con un papel doblado. "Vamos a hacer el examen", dijo con orgullo. "Vuelve a estar en marcha".

Luego le entregó la nota. "Y queremos que vuelvas".

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Margaret se tapó la boca, las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Pero esta vez eran cálidas, no amargas. Sentía el pecho lleno como hacía días que no lo sentía.

"Son... son increíbles", susurró. "Creía que no tenía a nadie".

Jean se acercó más. "Nunca estuviste sola. Sólo olvidaste cuánta gente te apoya".

Solo con fines ilustrativos | Fuente: Midjourney

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Margaret asintió, secándose los ojos. "Estaré allí el lunes".

Estallaron los aplausos. Los chicos aplaudieron, algunos incluso la abrazaron con fuerza.

Cuando Margaret los miró, su corazón se ablandó. Quizá no siempre tenía que ser ella la fuerte. Tal vez, a veces, la fuerza significaba dejar que los demás estuvieran a tu lado.

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Y por primera vez en mucho tiempo, se lo permitió.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo.

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