
Molotov y Ana Tijoux conquistaron Madrid con letras potentes y energía explosiva
Una noche vibrante y sin etiquetas en Madrid: Dos artistas, dos discursos, un mismo rugido colectivo.
La capital española fue testigo de una jornada distinta, marcada por una combinación inusual de sonidos y mensajes. La cita no solo convocó a los fans de la música alternativa, sino también a quienes buscan en el arte una forma de expresión social.
Lo que ocurrió en el Jardín Botánico de la Universidad Complutense no fue un concierto cualquiera: fue un encuentro donde lo íntimo se mezcló con lo combativo y lo personal con lo colectivo.
Aunque el calor pareció ralentizar el arranque, quienes estuvieron ahí vivieron un espectáculo que escaló de lo introspectivo a lo explosivo sin perder coherencia ni identidad.
Fusión de géneros y discursos en una misma noche de verano
La chilena Ana Tijoux abrió la noche con un repertorio que combinó letras conscientes con bases musicales de jazz, funk y hip-hop. La artista, exintegrante del grupo Makiza, dio inicio a su presentación con “Millonaria” (2024), uno de sus lanzamientos más recientes.
A pesar de las altas temperaturas que posiblemente afectaron la afluencia al comienzo, Tijoux consiguió conectar con la audiencia a través de piezas como “1977” y “Somos sur”, esta última reflejando el enfoque activista que la caracteriza.
Durante su set, también interpretó “Antipatriarca” y dedicó “Sacar la voz” a las víctimas del actual conflicto en Gaza, mostrando así una vez más su compromiso político. Su historia familiar, marcada por el exilio de sus padres durante la dictadura de Pinochet, da contexto a esa narrativa.
Cambio de tono con la llegada del rap-metal mexicano
Tras la actuación reflexiva de Tijoux, el ambiente dio un giro con la llegada de Molotov. El cuarteto mexicano celebró sus treinta años de carrera con un show cargado de energía y distorsión.
Ya con el recinto más lleno y el clima más amable, la banda provocó el entusiasmo de los presentes con temas como “Gimme Tha Power” y “Marciano”. El público respondió con pogos y cánticos al unísono, ondeando banderas mexicanas.
El cierre fue igual de contundente: la banda invitó a un grupo de personas del público a subir al escenario para terminar con “Rastamandita”, creando así un momento colectivo inolvidable.
Una experiencia donde la música y el mensaje convergen
Este evento, parte del ciclo “Noches del Botánico”, reunió a cerca de 4.000 personas bajo una propuesta que navegó entre lo lírico y lo visceral. La transición entre Ana Tijoux y Molotov ofreció dos maneras de entender el arte: una introspectiva y crítica; la otra, frontal y provocadora.
Ambas presentaciones, aunque muy distintas en estilo, compartieron una misma intención: transmitir un mensaje potente y hacer vibrar al público. En una misma noche, Madrid escuchó y sintió distintas formas de rebelión convertidas en música.