
Después de que los médicos le diagnosticaran un resfriado por error, una niña de 5 años murió a causa de una enfermedad tratable común en los niños
Una niña perdió la voz a los pocos días de enfermar, pero los médicos insistieron en que se trataba de una simple infección viral. A sus padres les dijeron que esperaran. Más tarde descubrirían que una prueba básica podría haberlo cambiado todo y salvado su vida.
Cassie tenía cinco años, era enérgica y cursaba su primer año de colegio cuando comenzó a mostrar síntomas que los médicos describieron como un virus estacional común. Al principio, los signos parecían leves y no despertaron alarma entre los profesionales que la examinaron. Pero a sus padres algo no les cuadraba.
A medida que el estado de Cassie empeoraba, sus padres se aferraban a los consejos médicos que pronto se revelarían gravemente erróneos. Nadie advirtió que su cuerpo estaba combatiendo una infección bacteriana que afecta a cientos de millones de personas en todo el mundo y que, con un tratamiento adecuado de antibióticos, suele resolverse. La pequeña Cassie nunca tuvo esa oportunidad.
Primeros síntomas y un diagnóstico desdeñoso
Todo comenzó con dolor de garganta y voz ronca, síntomas tan comunes en los niños pequeños que rara vez provocan alarma. Pero al cabo de tres días, Cassie había perdido la voz por completo. Su madre, Jasmine, y su padrastro, Justin Sutton, empezaron a preocuparse. Algo no encajaba. Cassie no se comportaba como ella misma.
En busca de respuestas, la familia llevó a Cassie a un médico local. La evaluación fue breve y aparentemente sin complicaciones. Le diagnosticaron una infección viral, probablemente un resfriado, y les indicaron que dejaran que siguiera su curso. No se investigaron más sus síntomas.
Le recomendaron quedarse en casa. A pesar de seguir las indicaciones, el estado de Cassie no mejoraba: su energía disminuía y aún no había recuperado la voz. Sin embargo, confiando en los profesionales, sus padres mantuvieron la esperanza de que el reposo y el tiempo serían suficientes.
Deterioro y una visita a urgencias
Con el paso de los días, la respiración de Cassie empezó a cambiar. Lo que inició como un cansancio leve se convirtió en dificultad respiratoria visible. Más tarde, su padrastro lo describió como algo parecido a un ataque de asma o a la respiración dificultosa de alguien con enfisema. Quedó claro que algo más grave que un resfriado estaba afectándola.
Alarmados, los padres de Cassie la llevaron rápidamente a urgencias. Allí le hicieron pruebas de COVID-19 y del virus respiratorio sincitial (VRS), que dieron negativo. Una vez más, a la familia le dijeron que probablemente se trataba de una infección viral.
A pesar del creciente malestar de Cassie y de su dificultad para respirar, les aconsejaron que se la llevaran a casa y siguieran controlándola. No se pidieron pruebas bacterianas ni se consideró la posibilidad de administrarle antibióticos. Cassie fue enviada a casa por segunda vez, y sus padres seguían buscando respuestas que el sistema no les daba.
¿Qué es el estreptococo A?
Lo que nadie tuvo en cuenta fue una de las infecciones más comunes, aunque potencialmente peligrosas, entre los niños de su edad: el estreptococo del grupo A, más conocido como estreptococo A. Esta bacteria afecta sobre todo a niños en edad escolar, entre 5 y 15 años, y se propaga con facilidad entre hermanos, cuidadores, profesores y cualquier persona en contacto cercano.
Los hogares, guarderías, escuelas, colegios e incluso los cuarteles militares se consideran entornos de alto riesgo debido a la facilidad de transmisión de persona a persona. El estreptococo A es más conocido por causar faringitis estreptocócica, una infección que inflama la garganta y las amígdalas, así como los ganglios linfáticos en la parte posterior de la boca.

Imagen de Streptococcus pyogenes del grupo A, la bacteria relacionada con la faringitis estreptocócica y otras infecciones graves | Fuente: Getty Images
A diferencia de los resfriados típicos, la faringitis estreptocócica suele cursar con un dolor de garganta intenso y repentino, fiebre e inflamación de los ganglios linfáticos. La inflamación puede extenderse a los tejidos circundantes, aumentando el malestar en la garganta.
El diagnóstico es sencillo. El tratamiento consiste en antibióticos, normalmente penicilina o amoxicilina. Un rápido frotis de garganta puede confirmar la presencia de la bacteria. A los alérgicos a la penicilina se les pueden recetar antibióticos alternativos. La medicación puede administrarse mediante pastillas, líquido o inyección.

Un trabajador médico toma muestras de la garganta de un niño | Fuente: Getty Images
El tratamiento estándar dura diez días y debe completarse por completo, incluso si los síntomas mejoran antes, para garantizar la eliminación total de las bacterias. Interrumpirlo prematuramente aumentaría el riesgo de complicaciones o recaídas.
Con un diagnóstico y tratamiento adecuados, la faringitis estreptocócica suele resolverse en siete a diez días. Pero cuando se diagnostica de forma incorrecta, como ocurrió en el caso de Cassie, el retraso puede tener consecuencias irreversibles.
Colapso en casa y respuesta médica
Aunque le dieron el alta y le indicaron que esperara, el estado de Cassie no se estabilizó. En casa, sus síntomas pasaron rápidamente de preocupantes a críticos. Lo que al principio era una respiración dificultosa se convirtió en una situación de emergencia.
Sus labios se tornaron azules y comenzó a perder el conocimiento mientras estaba en brazos de su madre. Jasmine llamó de inmediato a emergencias, y mientras esperaban la llegada de la ayuda, Justin comenzó a practicarle la reanimación cardiopulmonar. Continuó durante diez o quince minutos hasta que los paramédicos llegaron y se hicieron cargo.
Cassie fue trasladada en helicóptero médico al Hospital Infantil de Westmead, donde los médicos trabajaron con urgencia para reanimarla. Pero cuando llegó, su cuerpo ya había soportado demasiado.
Un diagnóstico demasiado tarde
En el Hospital Infantil Westmead, los médicos hicieron todo lo posible por reanimar a Cassie. Durante 78 minutos le practicaron continuas maniobras de reanimación cardiopulmonar, pero la falta de oxígeno ya había causado daños irreversibles. El 28 de agosto de 2023, convocaron a sus padres a una reunión.
Allí recibieron la devastadora noticia: Cassie había sido declarada en muerte cerebral. Fue entonces cuando el hospital realizó un frotis de garganta. Los resultados confirmaron lo que ningún examen previo había detectado: Cassie había contraído estreptococo A.
La infección bacteriana que había pasado desapercibida podría haberse tratado si se hubiera detectado a tiempo. Su familia tuvo que enfrentarse no solo a la pérdida, sino también a la dolorosa certeza de que se trataba de una enfermedad totalmente prevenible. La amenaza había estado oculta a plena vista.
Prevalencia mundial y riesgos
El caso de Cassie está lejos de ser aislado. El estreptococo del grupo A es una de las infecciones bacterianas más frecuentes en todo el mundo, y los profesionales sanitarios diagnostican más de 616 millones de casos nuevos al año. De esos casos, unos 500.000 resultan mortales.
En Estados Unidos, el estreptococo A representa entre el 15% y el 35% de los casos de dolor de garganta en niños, y entre el 5% y el 15% en adultos, lo que lo convierte en una de las causas más frecuentes por las que los niños son llevados al médico.
A pesar de su prevalencia, el estreptococo A a menudo pasa desapercibido en los primeros exámenes, especialmente cuando los síntomas se parecen a los de un resfriado viral. Como la tos suele estar ausente en estas infecciones, la presencia de fiebre, dolor de garganta y fatiga sin congestión respiratoria debería alertar para realizar pruebas inmediatas.
La faringitis estreptocócica recibe su nombre de la bacteria estreptococo del grupo A (GAS) que la causa. Existen más de 120 cepas de esta bacteria, y aunque la mayoría de los casos son leves, algunas pueden desencadenar complicaciones graves.

Imagen de Streptococcus pyogenes del grupo A | Fuente: Getty Images
Si no se trata, la faringitis estreptocócica puede derivar en fiebre reumática, una enfermedad grave que puede causar daños permanentes en el corazón y sus válvulas. Los síntomas suelen aparecer de forma repentina e incluyen:
- Dolor de garganta intenso
- Fiebre que aumenta rápidamente, a menudo al segundo día
- Escalofríos
- Dolor de cabeza
- Pérdida de apetito
- Dolor abdominal
- Náuseas o vómitos
Es importante destacar que la tos generalmente no está presente en la faringitis estreptocócica. Esta diferencia ayuda a distinguirla de un resfriado viral: si hay tos junto con síntomas similares, lo más probable es que la infección sea viral, no bacteriana. Sin embargo, algunas personas infectadas por estreptococo A pueden no presentar síntomas, convirtiéndose en portadoras sin saberlo.

Streptococcus pyogenes del grupo A, la bacteria relacionada con la faringitis estreptocócica y otras infecciones | Fuente: Getty Images
La faringitis estreptocócica es muy contagiosa. Incluso quienes no presentan síntomas pueden contagiarla, aunque las personas con síntomas activos son más infecciosas. Se propaga a través de las gotitas respiratorias al toser, estornudar o incluso al compartir utensilios.
Con un diagnóstico y tratamiento adecuados, la faringitis estreptocócica suele resolverse en siete a 10 días. Pero cuando se diagnostica mal, el retraso puede tener consecuencias irreversibles. Sin embargo, en muchos casos, incluido el de Cassie, estas pruebas no se realizan a menos que se soliciten expresamente.
En los niños, cuyo sistema inmunitario aún está en desarrollo, la enfermedad puede agravarse a una velocidad alarmante. La concienciación y la intervención a tiempo siguen siendo las herramientas más eficaces para la prevención.
El último regalo de Cassie
En los días siguientes al fallecimiento de Cassie, su familia se enfrentó a decisiones que ningún padre quiere tomar. En medio de su dolor, decidieron honrar su vida ayudando a los demás. Los órganos de Cassie fueron donados el 1 de septiembre de 2023. Ese día coincidió con el Jersey Day, una campaña nacional australiana que promueve la donación de órganos y tejidos.
Tres niños recibieron trasplantes que les salvaron la vida gracias a esa decisión. Se esperaba que los tres receptores se recuperaran por completo. Para la familia de Cassie, saber que su hija podía ayudar a otros dio un sentido profundo a una pérdida que de otro modo habría sido incomprensible.
Su padrastro la describió como una "superheroína de la vida real", una niña que, ante circunstancias inimaginables, fue capaz de cambiar el curso de la vida de otras tres familias.
Dolor, reflexión y un llamado a la concienciación
Mientras se preparaban para el funeral de Cassie, su familia se describía a sí misma como entumecida, funcionando apenas de momento en momento. En el silencio que acompañaba los preparativos y las despedidas, el peso de lo sucedido se hizo sentir con toda su intensidad.
Aunque nada podía traer de vuelta a Cassie, sus padres no dejaban de pensar en lo mismo: el desenlace podría haber sido distinto. Un solo tratamiento de antibióticos podría haberla salvado. La infección era tratable, y las señales de alarma habían estado allí todo el tiempo.
Aun así, no se centraban en culpar a nadie. Por el momento, su prioridad era crear conciencia. Instaron a otras familias a hablar cuando algo no les pareciera correcto, a confiar en su instinto y a solicitar pruebas incluso si los profesionales médicos intentaban tranquilizarlos.
"Pero lo que les he dicho a todos es que nos preocuparemos de esos médicos más adelante, porque esa es una lucha para otro día", dijo Justin. Su esperanza ahora es evitar que otras familias se enfrenten a la misma pérdida. La historia de Jasmine y Justin no es aislada.
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