
Un hombre cuya esposa murió dando a luz se plantea abandonar a su bebé hasta que ve los mensajes de texto de ella con una amiga - Historia del día
Tras el parto, David perdió a su mujer, Joan, y ni siquiera podía mirar a su bebé ni revisar sus cosas. Pero tras trabajar con un terapeuta, por fin empezó a ordenar las pertenencias de su mujer. Cargó su teléfono y descubrió varios mensajes de texto que lo cambiaron todo.
"A pesar de nuestros esfuerzos, no hemos podido salvar a su esposa. Ha muerto, señor".
Aquellas horribles palabras pasaban por la mente de David varias veces al día desde el nacimiento de su bebé, una hija preciosa. Pero ni siquiera pudo mirarla al salir del hospital. Estaba destrozado porque su querida Joan ya no vivía. Por suerte, su madre se hizo cargo y cuidó de la bebé todo lo que pudo.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
David hacía lo mínimo, tan sumido en su dolor que no podía ver nada. Pero un día, su madre se hartó y le ordenó que acudiera inmediatamente a un terapeuta. Aceptó y empezó a ir a uno para trabajar su dolor.
Por fin, sintió que había luz al final del túnel, y aunque las palabras del médico seguían rondando a menudo por su mente, ya no le afectaban tanto.
Su madre estaba orgullosa de él, pero David seguía sin atreverse a coger en brazos a su bebé. Seguía trabajando en ello con el terapeuta. "Quizá algún día la coja en brazos. O quizá debería entregarla a alguien que fuera mejor padre", pensaba a veces.
Pero sacudió la cabeza, disipando rápidamente ese pensamiento. Hoy se trataba de otra cosa. Tenía otra cosa en la cabeza. Había llegado el momento de revisar las cosas de Joan, ordenarlas y donar algunas a la beneficencia.
No había tocado su bolsa del hospital desde el día que la trajo a casa con la bebé. Era demasiado doloroso. Pero por primera vez en tres meses, por fin tuvo el valor suficiente. Abrió la bolsa y encontró su móvil. Se había quedado sin batería durante el parto y no lo había cargado desde entonces.

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Lo enchufó y empezó a rebuscar entre la ropa de Joan. Una hora más tarde, volvió a coger el teléfono y vio varias llamadas perdidas y algunos mensajes.
Al principio, algunos eran de felicitación porque los amigos de Joan sabían que se había puesto de parto. Pero una de sus amigas, Melissa, siguió enviando mensajes incluso después de que la noticia de su muerte llegara a todo su círculo social.
"No soy la única que la echa de menos", pensó mientras hojeaba los mensajes, sonriendo de que su mujer tuviera grandes amigas. Pero algo en uno de los mensajes lo hizo fruncir el ceño.
"Es una pena que hayas sacrificado tu vida...", escribió Melissa.
David no lo entendió. Joan murió a causa de una complicación inesperada. Pero algo en aquel mensaje le pareció extraño. Como si Melissa hubiera sabido que Joan moriría en el parto. Tenía que averiguar más, así que se desplazó hasta el principio de la conversación.
La mayoría de los mensajes hablaban del embarazo de Joan, de lo emocionada que estaba, de lo fascinante que era, de cómo su bebé sería la mejor, la más hermosa del mundo. Pero al cabo de varios meses, los mensajes dieron un giro.

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"Los médicos dijeron algo aterrador", envió Joan.
"¿Qué? ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?", le preguntó Melissa, con evidente preocupación en su mensaje.
"Dijeron que tengo la tensión alta y que podría desarrollar preeclampsia más adelante. El médico dijo que debería interrumpir el embarazo".
"¡No! Cariño, eso es horrible. Pero ¿y si te mueres? ¿Qué ha dicho David?", preguntó Melissa.
"No estaba conmigo. No se lo he dicho. Tiene tantas ganas de tener un hijo. Llevamos diez años intentándolo, Melissa. No puedo abortar a este bebé. Su sueño es ser padre", replicó Joan.
"Joan, ¡podrías morir! Él no querría eso. ¡Te ama!"
"Lo sé, Mel. Pero es nuestro bebé. Le quiero a él o a ella. Voy a arriesgarme", dijo su esposa.

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David no podía creerlo. Su mujer había arriesgado su vida a pesar de las advertencias del médico, para complacerlo. Era cierto. Se moría por ser padre y ahora se sentía avergonzado. No había tocado a su bebé desde el hospital.
El resto de la conversación de texto consistía en que Melissa le preguntaba a Joan si se sentía bien. Joan siempre contestaba que se sentía muy bien, pero que el médico había dicho que podía no tener síntomas. David no recordaba si los médicos habían dicho algo sobre la preeclampsia, pero dejó de escuchar cuando le dijeron que su mujer había muerto.
"¿Qué voy a hacer ahora?", se preguntó, dejando el teléfono. "¿Voy a dejar que mi madre críe a la bebé por la que Juana sacrificó su vida para hacerme padre?".

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David rompió a llorar, pero esta vez no se ahogó en la autocompasión. Esta vez, sus lágrimas fueron una liberación, un agradecimiento a su difunta esposa por su sacrificio y determinación. Iba a ser el mejor padre del mundo. Su hija, Georgina Joan Sanders, iba a crecer rodeada de toneladas de amor y de historias de su increíble madre. Iba a asegurarse de ello.
Cogió su propio teléfono y llamó a su madre. "Mamá, tráeme a la bebé. Ya estoy listo".
"¡Oh, gracias a Dios!", dijo la mujer mayor, casi echándose a llorar.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Honra los sacrificios que hace tu cónyuge. Aunque tu cónyuge siga vivo, tienes que darte cuenta de todos los regalos que hace por ti a diario. Tienes que apreciarlos y estarles agradecido.
- Acude a un terapeuta cuando lo necesites. David no podía salir de su dolor sin ayuda, y tuvo el valor de acudir a un terapeuta en lugar de ahogarse en la pena.
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Esta historia es una obra de ficción inspirada en hechos reales. Se han modificado los nombres, los personajes y los detalles. Cualquier parecido es pura coincidencia. El autor y el editor declinan toda responsabilidad por la exactitud, la fiabilidad y las interpretaciones.