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Una mujer leyendo una carta | Fuente: Midjourney
Una mujer leyendo una carta | Fuente: Midjourney

"Perdón por haber tardado tanto...". Así comenzaba la carta escondida entre las cosas de mi difunta madre — Historia del día

Mariel Lucia Campos
15 abr 2025 - 23:15

Mientras rebuscaba en el desván de mi difunta madre, encontré una carta sellada dirigida a ella, sin remitente ni fecha. La primera línea me dio escalofríos: "Perdón por haber tardado tanto...". Lo que siguió desentrañó todo lo que creía sobre mi familia... y sobre mí misma.

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Nunca me había gustado el desván. Incluso de niña, pasaba corriendo por delante de la estrecha escalera como si fuera a alcanzarme y agarrarme el tobillo.

Siempre olía a polvo e invierno y a todas las cosas que no decimos en voz alta. Como si el propio desván tuviera secretos.

Pero tras la muerte de mamá, algo cambió. Su voz había desaparecido de la cocina, sus zapatillas no estaban junto a la puerta, pero arriba -donde el aire estaba quieto y silencioso- permanecía. No podía explicarlo, pero me sentía atraída hacia allí.

Tal vez fueran las tablas que crujían y sonaban como pasos.

Tal vez fuera la forma en que la luz del sol se colaba a través de las viejas tablillas, iluminando el polvo como susurros.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

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Subí las escaleras despacio, sujetando la barandilla como si se me fuera a deshacer en la mano. Arriba, el aire era más fresco y sentí que la madera cedía un poco bajo mis pies. El desván no había cambiado.

Los mismos montones de cajas, la misma vieja mecedora en un rincón. Me senté un rato sobre una colcha descolorida, respirando su esencia.

El armario era donde guardaba lo que no podía dejar escapar.

Abrí la vieja puerta de madera. Sus goznes chirriaban como si no la hubieran tocado en años.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Dentro había cosas que no había visto desde que era niña: mi primer dibujo, doblado y amarillento, con las marcas de los lápices de colores aún visibles a través de las arrugas.

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Un rosario roto colgaba de un clavo, con las cuentas esparcidas como lágrimas en el fondo de la estantería.

A su lado, una vieja navaja que no se parecía a nada que hubiera tenido mi padre.

Y luego, escondida detrás de una pila de libros, estaba la caja.

No era grande, sólo una caja de zapatos con los bordes deshilachados, como si la hubieran abierto y cerrado cien veces. La dejé con cuidado en el suelo.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Dentro había postales, descoloridas por el tiempo, la tinta apenas legible. La letra era anticuada, cuidadosa.

También había fotos, en blanco y negro, una de ellas mostraba a mamá con un hombre que no conocía.

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Tenía el pelo oscuro, una sonrisa suave, su brazo alrededor de ella como si perteneciera a ese lugar. Pero no era mi padre.

Y entonces vi la carta.

Estaba sellada, el sobre ligeramente amarillento. No tenía remitente. Sólo una palabra escrita en cursiva: María.

Mis manos temblaron como el viento entre los tallos de maíz cuando la abrí.

"Perdón por haber tardado tanto...".

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Las palabras me golpearon como agua fría. La letra se inclinaba hacia la derecha, apresurada pero llena de sentimiento, como si cada frase hubiera salido de un lugar profundo.

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Escribió sobre su risa. Sobre los campos de verano y la forma en que solían acostarse sobre el capó de su automóvil y hablar de nada en particular.

Escribió sobre un beso detrás del gimnasio de la secundaria.

Y luego...

"Aún me pregunto si alguna vez te lo contó. Siempre esperé que lo hiciera".

Dejé caer la carta. El corazón me latía como un tambor en el pecho.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Volví a agarrarla. Leí la línea tres veces.

No era sólo alguien. Era alguien importante.

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El hombre al que había llamado padre -David- no era el hombre que me había creado.

Ya no lloraba sólo a mi madre.

Lloraba la verdad.

Aquella noche no dormí. No pegué ojo. Me quedé acostada en la oscuridad, mirando el ventilador del techo. Se movía en círculos lentos, una y otra vez.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Contaba las rotaciones como solía contar las estrellas con mamá cuando nos recostábamos en el césped detrás de casa, cuando todo parecía seguro y sencillo.

Pero ya nada me parecía seguro. Me pesaba la respiración, como si arrastrara algo tras de mí, algo viejo y enterrado.

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Era como si las paredes estuvieran llenas de recuerdos y ahora me los susurraran, uno a uno.

Hacia las tres de la madrugada, me incorporé, encendí la lámpara y tiré de la caja sobre la cama. La misma caja del desván.

Volví a abrirla, aunque ya sabía lo que contenía. Cartas. Fotos. Un trozo roto del tiempo.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Leí cada carta, cada nota, cada esquina desgarrada. Mis dedos recorrieron los bordes de las fotos en blanco y negro.

La mayoría mostraban a mi madre sonriendo, a veces con amigos, a veces sola. Pero en unas pocas había un hombre junto a ella. Siempre el mismo hombre.

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Parecía tener unos veinte años en las fotos: pelo oscuro, amplia sonrisa, ojos que parecían haber visto tanto problemas como encanto.

Rodeaba a mamá con el brazo como si fuera de allí, como si siempre hubiera formado parte de su mundo. Y en aquellas fotos, ella no parecía mi madre. Parecía una chica enamorada.

En el reverso de una foto, en tinta descolorida, ponía: John y yo, verano del 79.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

John.

Ese nombre seguía apareciendo en viejas tarjetas de cumpleaños y cartas cortas metidas en la caja. Una y otra vez. Como una mala hierba abriéndose paso entre las grietas de todo lo que creía conocer.

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Me quedé sentada, sosteniendo la foto. Me temblaban las manos. Entonces pensé en la Sra. Natalie. Solía sentarse con mamá en el porche todos los domingos por la tarde.

Té helado en vasos altos, rodajas de limón flotando encima.

Siempre hablaban en voz baja, inclinándose como si estuvieran compartiendo secretos.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Al amanecer, ya estaba en el automóvil. Conduje por calles tranquilas, el tipo de silencio que se siente en una iglesia cuando todos se han ido.

La Sra. Natalie abrió la puerta como si hubiera sabido que vendría. Aún llevaba el pelo recogido en suaves rulos y vestía su vieja bata rosa.

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"Cariño", dijo, tirando de mí y sujetándome la cara con ambas manos, "la pena nos hace desenterrar más que las tumbas".

Parpadeé rápidamente, intentando no llorar. "¿Recuerdas a alguien llamado John?"

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

No habló de inmediato. Su boca formó una fina línea. Luego asintió. "Fue el primero", dijo. "Y quizá también el verdadero".

"¿Qué le ocurrió?"

La Sra. Natalie miró hacia la ventana, con voz más tranquila. "Se marchó. Rápidamente. Un día estaba aquí, al día siguiente se había ido. Siempre pensé que Mary lo había echado".

"¿Por qué iba a hacer eso?"

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Suspiró y susurró: "Porque ya estaba embarazada. Y tenía miedo".

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

El aire me pareció espeso de repente. Me llevé la mano al pecho.

"¿Sabes adónde ha ido?"

Hizo una pausa y se dirigió a la cocina. Volvió con una lista de la compra rota. En ella garabateó el nombre de una pequeña ciudad.

"Lo último que supe", dijo.

Agarré el papel y lo sostuve cerca, como si fuera el mapa de un tesoro. Quizá lo fuera. Quizá fuera la única forma de encontrar la verdad.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

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El pueblo era pequeño, tan pequeño que parecía que podía parpadear y no verlo. Una sola calle lo atravesaba como un hilo, uniendo todas las piezas.

Había una cafetería con un letrero de neón parpadeante que zumbaba con el calor, una gasolinera donde los surtidores parecían más viejos que yo y una tienda de segunda mano que olía a cedro, polvo y quizá un poco de tristeza.

La ropa estaba descolorida, las estanterías abarrotadas de cristalería rota y juguetes olvidados. Todo parecía tener una historia, escondida y esperando.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Caminé con pasos lentos, preguntando a los desconocidos por un hombre llamado John. La mayoría de la gente meneaba la cabeza cortésmente o decía un suave "Lo siento, no", antes de seguir con su día.

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Estuve a punto de rendirme, pensando que tal vez se trataba de un callejón sin salida. Pero en la oficina de correos, tras la ventanilla de cristal, una mujer de pelo corto y canoso y ojos brillantes me miró entrecerrando los ojos.

"¿John?", dijo, dándose golpecitos en el labio con un bolígrafo. "Bungalow blanco. Al final de la calle Pine".

El corazón me latía con fuerza mientras conducía por la tranquila calle, dejando atrás viejos buzones y ropa tendida en los patios.

El bungalow blanco parecía sencillo, pero cuidado: la pintura un poco desconchada, el césped recortado lo justo.

Estacioné y me quedé un momento en el porche, con la mano sobre la puerta mosquitera como si fuera a morderme.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

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Llamé.

La puerta crujió al abrirse. Había un hombre de pie, alto pero un poco encorvado. Llevaba una camisa roja de franela y unos vaqueros con un agujero desgastado en una rodilla.

Tenía el rostro delineado, bronceado y serio. Sus ojos eran del color de la corteza húmeda, profundos y escrutadores.

"¿Sí?", preguntó, con voz tranquila pero cautelosa.

"Yo... creo que conocías a mi madre", dije. "María".

Su rostro no cambió mucho, pero algo parpadeó en sus ojos: reconocimiento, quizá, o algo parecido.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

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"Eres su hija", dijo. No era una pregunta. Era un hecho.

Asentí con la cabeza. "Sí".

Abrió más la puerta. "Entra".

La casa estaba en silencio. Olía a libros viejos y a café. Las cortinas descoloridas ondeaban en las ventanas y un reloj hacía tictac en algún lugar del fondo.

Hizo un gesto hacia una silla de la pequeña mesa de la cocina. Me senté.

Sirvió café en una taza desconchada y la puso delante de mí con ambas manos, como si fuera algo importante.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

"Nunca me contestó", dijo tras una larga pausa. "Pero mantuve la esperanza".

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Bajé la mirada hacia la taza. "Nunca me lo dijo".

Suspiró. "Yo tampoco lo supe hasta años después. Alguien de mi pueblo mencionó que había tenido una hija. Pensé que tal vez..."

"¿Por qué se marchó?", pregunté en voz baja.

Se quedó mirando por la ventana, con la voz como papel seco. "Detuvieron a mi hermano. Mi padre se enfermó. Las cosas se pusieron difíciles. La vida... me arrinconó".

"¿Y mamá?"

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Su voz se suavizó. "Nunca dejé de quererla. Pero cuando volví, estaba casada. La gente decía que estaba embarazada".

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"Lo estaba", dije. "De mí".

Se volvió hacia mí. Le brillaban los ojos, pero se mantuvo firme. "Entonces supongo que no volví lo bastante rápido".

Cuando llegué a casa, no entré enseguida. Me senté en mi automóvil con el motor apagado, las ventanillas bajas, escuchando el susurro del viento entre los árboles.

Mis dedos agarraban el volante. Observé la casa como si fuera a cambiar ante mis ojos.

Todo parecía igual: el mismo porche, las mismas macetas, la misma puerta mosquitera que nunca cerraba bien.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

David, mi padre, estaba delante, arreglando otra vez el mosquitero. Siempre lo hacía en primavera, como un reloj. Un pequeño detalle que estabilizaba el mundo.

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Me vio y me saludó con el destornillador. "Hola, bichito", dijo, secándose el sudor de la frente con el dorso de la mano.

Hacía años que no oía aquel apodo. Me golpeó más fuerte de lo que esperaba. Se me hizo un nudo en la garganta.

"¿Podemos hablar?", pregunté.

No hizo preguntas. Se limitó a asentir y se acercó a los escalones del porche.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Nos sentamos uno junto al otro, como habíamos hecho tantas veces antes: durante las tormentas, durante los buenos boletines de notas, durante los días malos.

Se lo conté todo. Lo del desván. La caja. La carta. A John.

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No se inmutó. No levantó la voz. Se limitó a mirar hacia el patio. "Siempre me lo he preguntado", dijo al cabo de un rato.

"Había una mirada en sus ojos por aquel entonces, como si guardara algo que no quería que yo viera".

Lo tomé de la mano. Era áspera, cálida, familiar. "Tú me criaste. Eres mi padre".

Entonces se volvió hacia mí y me dedicó una sonrisa suave y cansada. "La sangre es barata, cariño. El amor cuesta más. Y yo lo pagué con gusto".

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Aquella noche, por fin dejé que brotaran las lágrimas. No por el hombre que nunca conocí, sino por el hombre que nunca se fue.

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Pasaron semanas. Volví a visitar a John. Me enseñó fotos, un anillo de la secundaria, cartas que nunca había enviado. No intentaba ser mi padre: sólo quería conocerme.

Plantamos tulipanes en su jardín. Los favoritos de mamá. Me preguntó si me gustaba pintar. Le dije que sí. No mencioné que venía de ella.

Una mañana me dio una foto de él y mamá a los dieciocho años, abrazados, con los ojos brillando por los comienzos.

"Ella era mi fuego", dijo.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney

"Lo sé".

Más tarde, ese mismo día, visité a David. Asamos chuletas de cerdo a la parrilla y hablamos del jardín. Me dijo que estaba pensando en repintar la valla.

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"Blanca", dijo, "como el vestido de novia que llevaba tu madre".

"Odiabas ese color", bromeé.

"Quizá estoy aprendiendo a que me gusten cosas que antes no entendía".

Y así, sin más, el pasado dejó de atormentarme. No desapareció, sino que se suavizó.

Ahora guardo esa carta en mi mesa de noche. No como una herida, sino como un recordatorio.

Del amor encontrado. Del amor perdido. Y del amor que nunca se fue.

Dinos lo que piensas de esta historia y compártela con tus amigos. Puede que les inspire y les alegre el día.

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Este artículo está inspirado en historias de la vida cotidiana de nuestros lectores y escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o lugares reales es pura coincidencia. Todas las imágenes son meramente ilustrativas.

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